Hay algo maravilloso en relación a sembrar una pequeña semilla, cuidarla y ver cómo con el tiempo se convierte en una magnífica planta cuyos frutos nutren nuestros cuerpos.

Piensa por un momento en una planta de tomates. Una planta saludable puede dar más de cien tomates pero, para que logremos que dé ésta cantidad de fruto, necesitamos comenzar con una pequeñísima semilla seca. Esa semillita no parece una planta de tomate. Si no lo supieras, ni siquiera creerías que puede convertirse en una planta. Sin embargo, digamos que la siembras en tierra fértil, le pones agua y permites que tome el sol.

Cuando el primer brote sale, no la pisas y dices «¡eso no es una planta de tomate!» Más bien la miras y dices «¡oh, cielos! ¡aquí viene!» y la observas crecer con placer. Con el tiempo, si continúas regándola y proveyéndole mucho sol así como quitando la mala hierba, podrías lograr tener una planta de tomate con más de cien deliciosos tomates. Y todo comenzó ¡con una pequeña semilla!

Es lo mismo cuando ser trata de crear una nueva experiencia para ti mismo. La tierra donde siembras es tu mente subconsciente. La semilla es la nueva afirmación. Y toda una nueva experiencia está contenida dentro de esa pequeñita semilla. La riegas con afirmaciones diarias. Dejas que la luz de los pensamientos positivos le lleguen. Y quitas la mala hierba del jardín al hacer a un lado los pensamientos negativos que pudieran emerger. Y cuando comienzas a observar la más pequeña evidencia de aparición de esa experiencia, no la pisoteas y dices «¡eso no es suficiente!» sino que miras esta pequeña manifestación y exclamas con gozo «¡Oh, cielos! ¡aquí viene! ¡está funcionando!» y la observas crecer hasta convertirse en lo que habías deseado que se manifestara en tu vida.

¡Que los ángeles acompañen tu camino!

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