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Golf celestial – para que rías un poco

Mi padre ha escrito mucho a través de su experiencia de vida. Tengo la gran fortuna de tenerlo todavía cercano a mí a sus recién cumplidos 90 años saludable, activo física y profesionalmente y en un estado mental envidiable.

Muchos de sus cuentos se han viralizado a través de los años con variaciones que les han hecho. ¡De eso se trata! de aportar al mundo. Hoy te comparto uno de esos cuentos, sólo para iluminar el día.

Moisés, Jesús y un viejito jugaron un partido de golf.

Esto produjo tanto interés entre público y aficionados que el campo estaba lleno mucho antes de que la partida empezara.

El juego se desarrolló con abundancia de jugadas magistrales.

Pero las del último hoyo estuvieron sensacionales.

Era un hoyo difícil, porque el green estaba en una isla rodeada por la laguna del lugar.

Moisés tiró primero. Un potente bastonazo hizo que la pelota cayera en el lago. Moisés caminó serenamente hasta la orilla del lago. Se detuvo, contempló las aguas y alzó el bastón. Las aguas se abrieron inmediatamente. Moisés descendió al seco fondo y de un certero golpe lanzó la pelota directamente al green y esta quedó a escasa distancia del hoyo. De otro excelente putt puso la bola en el hoyo.

El público aplaudió la demostración con entusiasmo.

Siguió Jesús. Su tiro fue potente y con una dirección maravillosa se posó encima de las aguas del lago justo a la orilla del green. Caminó hasta el lago, continuó su andando sobre las aguas y con un certero golpe colocó la bola en el hoyo.

Hubo una gran aclamación del respetable. 

Finalmente el viejito hizo su tiro. La pelota cayó en el lago. El público guardó respetuoso silencio ante la desgracia del anciano, que quedaba sin posibilidad frente a sus poderosos adversarios.

Ante la general sorpresa, súbitamente un pez, con la pelota en la boca, dio un descomunal salto sobre el agua, en el preciso momento en que una bellísima águila volaba sobre el lugar.

El pez fue presa fácil del águila, quien literalmente lo agarró y con vertiginoso vuelo tomó gran altura, justo en donde una enorme y negrísima nube hizo relampagueante aparición.

En ese mismo instante un certero rayo pasó tan cerca del águila que ésta soltó al pez, quien soltó la pelota. El pez cayó en el lago y la pelota dio exactamente en el hoyo.

El público quedó estupefacto por unos instantes, luego irrumpió en atronador aplauso.

Ante tal acontecimiento, Jesús decidió intervenir y, acercándose al viejito, quien mostraba una tímida sonrisa, le dijo suavemente

Papá, no manches…

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